Ayer en la noche estaba en la cocina, me acerqué a la ventana y escuche a una voz masculina decir esto:
"Yo le doy a mi hijo la confianza para que me llame cuando necesite algo, pero no mames, que no me llame cuando estoy en la jugada nada más pa decirme que le duele el estomago".
Otra voz de hombre le contestó:
"A huevo cabrón, para que lo quieres hacer todo chiquiado y que luego te esté llame y llame para nada".
Las voces venían del edificio que está al lado de mi casa, los parlanchines tienen casi 48 horas ebrios. Después de escucharlos, el café me pareció más caliente y amargo, el cerebro me recordó que quiero ser un buen padre y estar ahí cuando a un hijo le duela el estomago.
viernes, 15 de agosto de 2008
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