Michael Straw y su esposa Iana Straw son una pareja norteamericana que enfrenta cargos judiciales y de ser encontrados culpables, podrían cumplir una sentencia de 12 años en la cárcel. ¿El motivo?, su adicción a los videojuegos.
Vecinos de la pareja los denunciaron ante la autoridad de Nevada y mencionaron que los Straw no antendian a sus 2 hijos (de 11 y 22 meses de edad) por pasar todo el tiempo jugando videojuegos, la policía entró a la casa y encontró a los hijos con severo estado de deshidratación, desnutridos, con la ropa orinada por gatos y el hijo de 22 meses presentaba una infección muy avanzada en el área genital que le puede dejar consecuencias definitivas. Todo esto ocurría mientras sus padres jugaban en una pantalla de plasma "Dungeons & Dragons".
"Los Straw si tenían comida para alimentar a sus hijos, de hecho no son una familia pobre, es solo que no tenían tiempo de atenderlos por estar jugando sus videojuegos" dijo la agente de policía encargada del caso.
Perro mundo !
4 comentarios:
Por eso yo tengo bien definidas mis prioridades, NO TENGO HIJOS Y ME PUEDO PODER A JUGAR TODO EL DÍA SI QUIERO.
Jajajaja, y yo pensaba que tenía un problema.
Bueno la afición a los juegos de video a veces no siempre pueden llevar a la negligencia en la vida real por meterse al mundo virtual, como la historia presentada por Les Yorsch que sí está cabrona.
Por ahí leí sobre unos tipos que jugaban World of Warcraft, que decidieron conocer a todos los miembros de su facción o grupo de guerreros, tras dos años de aliarse para matar alimañas gigantes, elfos, perros de tres cabezas y colosos de fuego.
El punto en donde decidieron encontrarse fue Las Vegas, uno era mexicano y el resto estadounidenses, ahí conocieron sus verdaderos nombres: Diego, John, Pete y Jake, a pesar de ello entre las copas y al tener que acostumbrarse a los nombres de pila, alternaban el nombre verdadero con el de sus avatares: Xeb, Kemag, Unus y Zeke.
Se fueron de antro, con putas, ricas borracheras y al final dos de ellos, que se habían conocido años antes en el ejército y se encontraron en el mundo virtual de World of Warcraft, decidieron casarse. Un rastafari vestido de hawaiano ofició la ceremonia. Y todos coincidieron que había sido uno de los mejores viajes de su vida, finalmente los aliados de guerra del juego de video, decidieron contactarse a través de messenger o vía post. Y declaran que cuando se meten al video juego, más que matar alimañas desean entablar conversaciones con los jugadores que vayan más allá de intercambiar trucos para matar a los monstruos, pero no lo han logrado como lo hicieron con sus antiguos aliados.
Ah, yo leí ese texto que dice Gema, en Letras Libres, de Daniel Krauze.
Conocí a Daniel Krauze en la Iberoamericana, en la ciudad de México. Es hijo de Enrique y hermano de León, directivos de la revista, y aunque considere que en ocasiones se privilegia el vínculo familiar para dar espacio en las publicaciones --como sin duda es el caso--, Daniel merece todo mi respeto. Es un tipo genial, divertido, alivinado e interesado en infinidad de cosas.
Y ya entrándole al tema, pues el caso de la familia Straw está muy, muy cabrón. Me hizo recordar Trainspotting, por la onda de los gatos y la adicción a alguna sustancia o cosa.
Los videojuegos, sin duda, son adictivos, pero el vicio de los padres Straw se pasa de todo cálculo: no es posible que, por estar enviciados en un juego olviden completamente sus obligaciones ante sus hijos. Imposible. Increíble.
Debo admitir que fui adicto a algunos videojuegos y juegos de rol, que incluso me hacían soñar con ellos (como la versión de Mario Bros 64, que me hizo pensar que podía brincar de pared a pared o Magic The Gathering, que soñaba con combos y sourcerings).
Pero los padres Straw se pasaron de lanza... ¡A la guillotina!
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